Nestor
el chino: Maoísta, Cumbiero y redentor.
Por Federico Casas.
Corría el año 2002, la Argentina
estaba sumergida en un período de crisis económico político de tintes
apocalípticos. El modelo de la convertibilidad había llegado a su fin y con él,
sus exponentes más destacados puestos en la guillotina de un pueblo que salía a
la calle a manifestarse y a sacárselos de encima. La clase política, el sector
cuestionado, hasta entonces había intentado llevar las riendas del ahora
vapuleado país, forjado sobre un endeble cimiento de pizza y champagne a costa del incremento de la exclusión social y
la marginalidad.
Lo más vivo de este fuego
revolucionario ya había mostrado su pico más alto en el mes de diciembre del
2001 y la gente poco a poco comenzaba a reacomodarse, de a poco y como podía, dentro
de una estructura social completamente despellejada, mutilada y cortada. También,
es cierto que a pocos kilómetros del centro de la Capital Federal esos fuegos
revolucionarios aún alumbraban a algunos jóvenes idealistas, quienes pensaban
que aún se podían abrir horizontes de cambio radical por vías revolucionarias. Uno
de esos jóvenes fue Néstor en Bloque.
Néstor, un prometedor cantante
de cumbia, había llegado al marxismo a través de su hermano Luís, un estudiante
eterno de la UBA y militante troskista de primera hora. Él siempre hacia saltar
el bardo en la sobremesa familiar, peleándose a muerte con sus tíos radicales y
con sus primos peronistas. Pero, pese a las distancias de oficio y al mal genio
de Luís, Néstor le guardaba un cariño especial que su hermano devolvía con
libros y charlas sobre Marx, el comunismo y la lucha de clases.
Entre las ranchadas de la
esquina y las del pino, entre los múltiples amigos que compartían Néstor y su
hermano, se destacaba dentro del circulo de “los íntimos”, su amigo y
confidente político Pablo Lescano, mucho más relajado y abierto a nuevas ideas
que el hermano de Néstor. Pablo era además, otra promesa de la cumbia villera,
quien ahora estaba exiliado en Pekín luego de haber mandado chetos a sufrir y
exponer a policías encubiertos a través de su conceptualización del BOTÓN. Para
el cumpleaños de Néstor, Pablo le hizo llegar por encomienda un regalo que marcaría
a fuego su identidad política. Se trataba del Libro Rojo, con citas y discursos
del líder del partido comunista chino,
Mao Tse Tung. El mismo del que todo cumbiero por aquel entonces
escuchaba hablar pero que pocos leían.
Néstor, se consideraba un
marxista criado a la sombra del mundo, en la villa. Criado en el barrio El
Tambo perteneciente al partido de La Matanza. Leía, en el clima de época, la
posibilidad de llevar a cabo la revolución social, golpear al capitalismo y desmarcar
a la estructura económica y política argentina del resto del mundo globalizado,
capitalista y desigual. Su concepción ecléctica del marxismo y de las
experiencias históricas con las cuales dicha ideología se puso a prueba
hicieron de su pensamiento algo poco sensato para su hermano Luis. Su visión
mezclaba elementos del catastrofismo (cuanto peor mejor), ideas propias de
Stalin, como la posibilidad de desarrollar el socialismo en un solo país e
inclusive no veía con malos ojos los ejes de la doctrina peronista como la
justicia social, la soberanía política y la independencia económica, que por
ese entonces estaba ensombrecida a la luz de su último líder “el turco” Menem.
A pesar de esto, fue sin duda una historia de oriente la que le dio el empuje
necesario para llevar a la práctica su más ambicioso proyecto político.
De alguna manera, extraña y
lisérgica, las ideas y vida de Mao, su comprensión, sentido de pertenencia con
aquellas clases desplazadas de los grandes libros de historia, las grandes
tramas, las grandes revoluciones, todos aquellos papeles que la doctrina
comunista más ortodoxa les reservaba a obreros y trabajadores de las grandes
urbes. Su infancia en Shaoshan como campesino iletrado, tocaba muy de cerca a
la infancia y adversidades que el propio Néstor había padecido y con las cuales
había aprendido a lidiar. Estas adversidades materiales, lejos de llevarlo a la
caja negra del nihilismo y la resignación despertaban su deseo de transformar
sus condiciones de vida en el Tambo;
el chino y Néstor hablaban desde tiempos distintos, pero jugaban de memoria,
tiraban paredes desde la remota aldea de Shaoshan hasta el Barrio Tambo, desde
la juventud iletrada de uno hasta las rateadas y los vinos en la esquina del
otro. Al fin y al cabo, una afinidad anacrónica e intempestiva había prendido
en Néstor.
En
cuanto Néstor se encontró a si mismo hojeando el libro rojo que Pablo le había
hecho llegar desde Pekín encontró una historia que lo cautivó y movilizó de
sobremanera. Se trataba de la crónica de la larga marcha: El viaje a través del
interior de China que siguieron las tropas del Ejército Comunista Chino y las fuerzas armadas del Partido Comunista de
China, entre los
años 1934 y 1935, huyendo del ejército, como así también
de la autoridad tirana de la República
de China; el inicio del
ascenso de Mao en la tarea de tomar el poder. Previo a esta larga marcha, años
antes, los comunistas habían logrado establecer una zona bajo su control en un
área montañosa al sur del país, donde establecieron la República Soviética
de China. Durante la
Larga Marcha, los comunistas, eventualmente liderados por Mao Tse Tung escaparon
en círculos hacia el oeste y el norte, recorriendo alrededor de 12 500
kilómetros en 370 días.
Esta
larga marcha prendió en Néstor la idea de replicar la travesía china en el
conurbano bonaerense, recorriendo las villas más peligrosas, los barrios más
marginales, en busca de voluntarios dispuestos a dar la vida por la causa
comunista villera, Néstor quería reunir a todos los cumbieros y villeros del
conurbano bajo un mismo grito libertario, a todos aquellos que padecían la
misma miseria, la misma deshumanización por parte de un estado ausente,
debilitado y represivo. A esta marcha se la conoció como el alto flash-villa
tour.
En un principio el propio Néstor
tenía dudas del inicio de su gran marcha desde barrio Tambo. Se preguntaba en
la esquina si todas esas expectativas, si toda su intuición revolucionaria
podría llegar a buen puerto y si sus compañeros realmente entendían lo que esta
aventura comunista representaba. Aún así, cuando recordaba la miseria en la que
los barrios que sentía propios estaban inmersos, los años de la nefasta
convertibilidad, el FMI, los Estados Unidos, en fin, el capitalismo, le recordaban
esas ganas locas de salir a juntar a todos los villeros por la causa
revolucionaria.
Este
viaje a través del interior del conurbano bonaerense siguieron las tropas
del Ejército Villero Comunista y las fuerzas armadas
nucleadas dentro del colectivo autodenominado LA BASE MUSICAL, entre los entre
los años 2001 y 2002, huyendo de las fuerzas policiales y de la autoridad
tirana del, ya caído en desgracia, gobierno de la Alianza. Años antes, los
soldados de Néstor habían logrado establecer una zona bajo su control en el
Oeste, aprovechando la carencia y la falta de urbanización que caracterizaban a
esos barrios, donde las fuerzas del orden no entraban, para ensayar y crecer
como movimiento revolucionario comunista. Allí establecieron la Republica
Socialista Villera.
Cuando juntó las fuerzas que
creyó suficientes, comenzó la caravana. Así pateo el 22, llegando a la isla
Maciel, San Pedro y Villa Alem, incluso San Petesburgo visitó y en la Palito
fumó marihuana con nuevos compañeros, todo por la causa socialista villera. Luego,
paso por San Alberto hasta llegar a Puerta de Hierro, donde se realizó el
primer plenario y reagrupamiento de tropas y reabastecimiento en lo que fue la
primera parte de la caravana. La estrategia de comunicación y persuasión era
concreta, simple y tremendamente efectiva: bastaba con encontrar un pino donde
ranchear, tomar vino con los convocados y trasmitirles el proyecto emancipador
que Néstor tenía en mente. Luego de salir de Puerta de Hierro, en lo que fue la
segunda parte de la caravana, Néstor estaba más convencido que nunca sobre su
rol como líder. Dejando sus miedos atrás, se adentró en el conurbano sur, cruzando
el Riachuelo para internarse en Villa Jardín y Albertina a incursionar en
nuevos vicios hasta llegar a lo que sería el punto más al sur del villa tour: Barrio
El Jaguel. Para luego volver y enfilar hacia La Rana, Ciudad Oculta y La Cava.
El final de este tour se coronaria en la villa 31, pleno corazón de la capital
porteña, donde a través de cartas, cumbieros amigos de Néstor le juraban que
habría más compañeros dispuestos a dar, incluso, la vida por la causa.
Durante
la Larga Marcha, los villeros, eventualmente liderados por Néstor en Bloque, tuvieron
que evitar sistemáticamente los embates de la censura y de la violencia policial,
recorriendo alrededor de 170 kilómetros en un mes. La dureza del viaje a través
del conurbano profundo, que sólo completaría alrededor de una décima parte de
las tropas que salieron desde Puerta de Hierro, haría de este uno de los
episodios más significativos y determinantes en la historia del movimiento
revolucionario iniciado por Néstor y que con el tiempo sellaría el prestigio
personal de los nuevos dirigentes de la cumbia villera (El Pepo, El Original,
El Dipy, Ariel el traidor, Ariel Malafama, etc.), con Pablito Lescano exiliado
a la cabeza, en las décadas siguientes.
Escribir
el final de esta historia sería, tal vez, una invitación a ahondar en la
abismal distinción que hay entre lo que uno piensa qué es y lo que los demás
piensan que uno es, en lo que Néstor pensaba que era y lo que realmente fue.
Cuando sus camaradas de la villa 31 lo vieron entrar victorioso por sus
pasillos no veían en él al líder revolucionario, a ese mártir villero que él
veía en el espejo y que escuchaba en las voces de su hermano Luis o en las
palabras de Pablito, sino que veían a un cantante de cumbia demoledor, que
había girado con su grupo la base por los barrios del conurbano haciendo lo que
le gustaba hacer: Cumbia villera. Cuando Néstor pudo darse cuenta de esto, en
ese momento, nuestra historia termina y arranca la cumbia.
Y con esas cumbias, nació esta
leyenda que los juglares y cantores de aquellas épocas plasmaron así en memoria
del gran Néstor en Bloque:
Pateando
hoy flashee y me quería volver
pero hace muchos años que esta gira quiero hacer.
Patear El 22, llegar a La Maciel,
San Pedro, Barrio Tambo, de cabeza Villa Alem.
San Pete visitar, ahora palito ir a fumar
pasar por San Alberto, en Puerta Hierro quiero estar.
El pino es mi parada ranchando con amigos
ahi bajo y me rescato tomando un par de vinos.
El pino es mi parada ranchando con amigos
ahi bajo y me rescato tomando un par de vinos.
Despues fume otra vez y no queria volver
por que en Villa Jardin y La Albertina yo jale.
Pateando yo llegue hasta el Barrio El Jaguel,
La Rana, Ciudad Oculta y La Cava visite
re piola la pase de otros barrios me olvide
y en La 31 con los turros fumanche
pero hace muchos años que esta gira quiero hacer.
Patear El 22, llegar a La Maciel,
San Pedro, Barrio Tambo, de cabeza Villa Alem.
San Pete visitar, ahora palito ir a fumar
pasar por San Alberto, en Puerta Hierro quiero estar.
El pino es mi parada ranchando con amigos
ahi bajo y me rescato tomando un par de vinos.
El pino es mi parada ranchando con amigos
ahi bajo y me rescato tomando un par de vinos.
Despues fume otra vez y no queria volver
por que en Villa Jardin y La Albertina yo jale.
Pateando yo llegue hasta el Barrio El Jaguel,
La Rana, Ciudad Oculta y La Cava visite
re piola la pase de otros barrios me olvide
y en La 31 con los turros fumanche
Agradecimiento especial a
Pamela Méndez quien me ayudo con correcciones y conejos que fueron de gran utilidad
para la finalización de este simple cuento.
Es tremendo.... habría que hacer una novela con esta historia
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