Partimos desde Lomas de Zamora a eso de las 9 de la mañana del sábado con la esperanza de llegar a Olavarría para el mediodía. La ruta se prestó muy bien al principio, pocos autos y mucho entusiasmo por parte mía y de mis cuatro compañeros de viaje (2 amigos, mi hermana y mi cuñado). Llegando a Olavarría, a unos 60 km de distancia, empezó la congestión de autos que sería la carta de presentación de lo que íbamos a vivir en breve. Terminamos arribando a las 17 horas.
El cielo se caía abajo, lluvias torrenciales y el camping
con el que habíamos arreglado de palabra resulto un fiasco soberano: Se trataba
de un predio a 7 km del predio donde tocaría el Indio a la noche y a 4 km del
pueblo, de haber sido otro el clima y la circunstancia espacio-temporal
(Cansancio + Lluvia) tal vez nos hubiésemos quedado, pero no; decidimos escapar
sin mediar palabra y nos fuimos para la ciudad, con la esperanza de encontrar o
un camping más cerca o en última instancia volver derrotados al camping
horrendo.
Decidimos estacionar el auto a unas 20 cuadras del predio:
La cantidad de gente trascendía cualquier metáfora posible, era mucha, pero
MUCHA gente autoconvocada por su devoción al Indio y con el objetivo de pasarla
bien. Vi algo de presencia policial, pero escasa, limitándose a funciones de
control de tránsito. Cuando estacionamos
el auto, (en Bolívar y Ayacucho, nunca lo voy a olvidar) vimos que una señora
desde su ventana hacia sociales muy amablemente con unos chicos que al igual
que nosotros estaban ahí por el pelado de gafas negras. Decidimos sumarnos a la
charla: Resulto que la señora muy amablemente nos ofrecía su casa para dormir
sin costo alguno. Decidimos de manera unánime aceptar ese obsequio de la
fortuna. En ese preciso momento el cielo comenzó a despejarse, la primera buena
después de un inicio por lo menos accidentando. Sacamos las reposeras y la heladera con
nuestras bebidas espirituosas, dispuestos a arrancar, con escaso tiempo para
hacer “la previa” del Indio (para todo esto ya eran las 6 de la tarde y nuestra
idea era arribar temprano al predio para poder entrar bien). Tomamos algo,
cerramos bien el auto, acordamos con la señora de la casa que a eso de las 1:30
(Que ingenuidad!!!) estaríamos devuelta para que nos abra y así poder dormir.
Fue impactante, de nuevo la cantidad de gente reunida con
motivo del recital: Mucha gente, gente diferente, diferentes lenguajes,
diferentes caras, diferentes camisetas de futbol, diferentes tragos; en fin, un
eje transversal los interpelaba a todos esos diferentes y ese eje se llamaba
Indio Solari. Todo se desarrollo con absoluta tranquilidad y en un clima de
fiesta; no había policías ni personal de defensa civil ni enfermería, en ese
momento no le preste atención al detalle de la anarquía-armonía que presentaba la
previa al ingreso al recital del Indio.
Nos tomo casi una hora poder ingresar, tuvimos que caminar
por un gran campo que ofrecía una vista panorámica de la cantidad de gente que
estaba por entrar al recital. Una vez que ingresamos al primero de los 2
controles que habían habilitado para el ingreso al recital, me percato de que había
perdido la billetera y con ella mi entrada! El pánico se apodero de mi, ¿Cómo fue
posible? ¿Un momento de distracción o acaso un descuido?; El dinero paso a ser
la última de mis preocupaciones, solo pensaba en si iba a poder entrar y más
aun, ¿Como lo iba a lograr?. Llegados al control final la secuencia con la
entrada tuvo un final fácil y que me devolvió el aliento: El seguridad estaba
abierto a escuchar un argumento razonable y entre mis compañeros y yo pudimos
convencerlo de lo que realmente había pasado y me dejo pasar sin problemas.
Milagro Solari para mí.
Llegamos casi una hora antes de que arranque y nos ubicamos en
la franja media/trasera esperando a que de inicio el show. En el ínterin, veíamos
que cada dos por tres entre la gente sacaban a alguno desmayado buscando algún tipo
de asistencia médica que nadie encontró, esta desidia organizativa seria otro
de los compases, junto con el congestionamiento de gente, que acompañarían la
noche del show.
Promediando las 21hs el Indio salió con todo a rockearla
pero así como termino el primer tema se quedo atónito frente a una serie de
incidentes que ocurrían frente a la valla: Avalanchas de gente pisando y
asfixiando gente. El que concurre a recitales de rock sabe que esto es común y
como común también es previsible: El indio trato infructuosamente de desalentar
las mareas de gente e imploro por la presencia del personal de prevención y
seguridad para que sacaran a los asfixiados. El show se paro casi media hora
apenas arrancado, pero para muchos (desde mi punto de vista incluyo al mismo
Solari, el show ya había terminado), después de esa primera interrupción la mecánica
del show fue la siguiente: 2 temas, se cortaba un rato intentando frenar los
empujones y avalanchas de gente, reanudación y corte y así sucesivamente. Los
que estábamos lejos no entendíamos que estaba pasando adelante y hasta pecamos
de pensar que era solo un capricho del Indio el ser tan efusivo en sus
reproches para con los empujones, el tiempo nos demostraría lo equivocados que estábamos.
Una vez finalizado el recital, luego de JIJIJI/ Mi Perro
Dinamita, el Indio se despidió sin saludar claramente ofuscado y confundido por
cómo se habían ido dando las cosas esa noche. Comenzamos a dispersarnos al
compás de una voz que desde el escenario decía: “Pueden ir saliendo, las
puertas están abiertas”. Con mis amigos perfilamos para la salida, pero a
medida que nos acercábamos veíamos que el panorama se transformaba en una masa
de cuerpos apretados, asfixiados y atrapados que pujaban hacia adelante
mientras que al mismo tiempo otra fuerza pujaba desde donde supuestamente
estaba la salida diciendo: “No es por acá, por favor no empujen”. En ese
momento la marea de gente era insostenible, nosotros estábamos en el centro de
esa puja y en ese momento perdí a mis amigos de vista: Me encontraba solo,
desorientado y empezando a sentir la claustrofobia y como los pulmones me
empezaban a reclamar aire. Logre irme para atrás, donde si se podía estar, aun
sin saber cómo o por donde salir, contemplando a la gente saltar los muros de
madera que misteriosamente taponaban los accesos, aun sin certeza de donde
estaba mi gente y como iba a hacer para moverme de ahí.
Luego de una hora aproximadamente, la situación se calmo un
poco y logre salir por uno de los muros de madera quebrada. Al salir del predio
la situación no varió demasiado, la aglomeración de gente seguía presente y
moverse por las calles aledañas era un desafío épico. Gente subida a los techos
de casas ajenas intentando ubicar amigos o simplemente un lugar donde poder
esperar a que se calmara todo un poco y abajo yo, perdido con una dirección en
la cabeza y sin un mango para comer o tomar algo a las 2 de la mañana en una
ciudad extraña. Por supuesto que había miles como yo, que cruzaban a los pocos
pueblerinos que aun estaban despiertos y en la calle para preguntarles calles,
intersecciones o algún tipo de referencia. La gente del pueblo fue nuestra prevención,
no hubo ni carteles, ni señales que nos digan para donde teníamos que ir.
Mientras caminaba con una remota idea de cómo llegar a
destino, mi estomago crujía, estaba cansado por el recital, la situación y las
casi 10 horas de manejo hasta Olavarría, fue un momento muy difícil, por suerte
encontré a un pueblerino al que preguntándole por Bolívar y Ayacucho me dijo
que faltaban dos cuadras, un alivio dado que ya había caminado más de 20.
Encontrar el auto estacionado fue el primer alivio y encontrar a mi hermana y
mi cuñado que habían llegado 10 minutos antes que yo fue más alivio aun, de a
poco la sintonía entre la realidad y lo acordado de antemano con aquélla
comenzaba a recomponerse. A los 10 minutos llegaron mis amigos y ya estábamos todos
en lo de la señora listos para dormir y poner fin a nuestra Odisea Solari Increíble.
La vuelta fue más dura que la ida, las estaciones de servicio sin nafta nos
empujaron a ir hasta la localidad de Azul en busca de combustible para
emprender un viaje de vuelta que nos tomo más de 10 horas recorrer por menos de
400 km.
Falto organización, señalización y prevención, y que le
caiga la responsabilidad a quien le tenga que caer. Todos sabemos la cantidad
de gente que mueve el Indio y el fenómeno que encarnan sus recitales súper
masivos. No es ningún secreto que ante tamaña masividad este hace tiempo
pensando en el retiro del formato vivo. Al intendente de la ciudad, le cabe la
responsabilidad de aceptar dar cabida a un espectáculo de estas características
y demostrar no estar a la altura de los acontecimientos. No basta con señalar
al Indio como único responsable/organizador de un show para 300.000 cuando dicha
responsabilidad es cuanto menos, compartida. No se puede exonerar de culpas a
las autoridades municipales: Ni un policía había a la salida, ni un enfermero,
ni un bombero, ni una pechera fluorescente de prevención, nada. Fue el actuar
de los propios fans que ayudándose entre sí, como podían y con lo que tenían,
hizo que este recital no terminara con mayores incidentes.
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